El carácter de transición
y de diversidad queda patente también en el carrascal,
representado en el Lugar por dos asociaciones (Cód.
UE 9340), ambas basófilas pero una de ellas más
seca:
- Spiraeo obovatae-Quercetum rotundifoliae. Su
estrato arbustivo se halla repleto de bejucos y plantas
leñosas de mediano porte (J. C. Báscones
y Javier Loidi, 1995) como Spiraeo hypericifolia
subsp. obovata, Juniperus communis, Lonicera
etrusca, Amelanchier ovalis, Hedera helix y otras
que revelan el carácter ombrófilo. No
faltan, sin embargo, suficientes especies propias del
bosque esclerófilo, como Rubia peregrina,
Rhamnus alaternus, Ruscus aculeatus o Juniperus
phoenicea.
- Quercetum rotundifoliae. Son carrascales secos,
que se caracterizan por la presencia de arbustos como
escambrón (Rhamnus lycioides) y Jasminum
fruticans, y la herbácea Bupleurum fruticescens.
En el Lugar se sitúan en la zona de menor altitud
(sector del Monte del Conde). Dentro de esta serie existe
una faciación con gayuba (Arctostaphylos uva-ursi),
con escasa representación superficial en Navarra:
solamente aparece en el LIC Montes de Valdorba y en
la Sierra de Ujué (J. C. Báscones y Javier
Loidi, 1995).
El carrascal se distribuye en
forma de pequeños bosquetes, entremezclados en
la masa dominante de quejigar, y correlacionándose
con el sustrato rocoso que aflora (conglomerados) donde
el suelo más seco supone una ventaja para la
carrasca. El Monte del Conde destaca como masa de entidad,
con un desarrollo cercano a la madurez y con una cabida
cubierta del 100%.
Del mismo modo que los quejigos,
los pies de carrasca son relativamente jóvenes
por las prácticas forestales realizadas; curiosamente
los ejemplares más viejos no se encuentran en
el bosque del Monte del Conde sino junto al caserío
de Muzqui-Iriberri.
El sotobosque es rico en especies.
En el estrato arbóreo acompañan a la carrasca
los enebros (Juniperus oxycedrus, J. communis)
y arces (Acer monspessulanum, A. campestre).
Entre los arbustos abundan el aladierno (Rhamnus
alaternus), la coscoja (Quercus coccifera),
labiérnago (Phillyrea media), y el aligustre
(Ligustrum vulgare).
La carrasca o encina es el árbol
más abundante en la Península Ibérica.
Su rusticidad le permite vivir tanto sobre suelos profundos,
arenosos como directamente sobre la roca en lugares
en los que otras especies no pueden sobrevivir, como
se puede ver en las proximidades de Unzué, donde
el blanco calizo de la Peña contrasta con el
verde oscuro que tiñe el follaje de la robusta
carrasca. Sus hojas brillantes, coriáceas y perennes
están diseñadas para soportar las altas
temperaturas y la gran sequedad ambiental que definen
el clima mediterráneo, evitando la evaporación
de su agua interior. Se observan muchas veces mezclas
e híbridos de la carrasca típica del encinar
cantábrico (Quercus ilex), de hoja alargada
y sin pinchos, y de la carrasca auténticamente
mediterránea (Quercus rotundifolia) de
hoja redondeada y espinosa.
En toda la Valdorba la antigua
superficie de la encina se ha visto enormemente reducida
durante siglos a favor de los pastizales, cultivos y
recientemente por repoblaciones de pinos. Sin embargo
en los últimos años con el abandono de
las piezas de cultivo, el uso del fuego y el aprovechamiento
de las leñas, se ha recuperado parte de su pertenencia
anterior.
En su mayoría los bosques
de carrascas de la comarca tienen la señal marcada
por el hombre tras cientos de años de intenso
manejo. Los carrascales han sido tratados, en muchos
casos, como monte bajo (chaparrales, corte de las encinas
para favorecer el rebrote de cepa repitiendo la operación
cada 15- 20 años) para la extracción de
leñas ya que su madera es la más densa
de las frondosas mediterráneas y tiene un alto
poder calorífico y una muy buena transformación
en carbón vegetal.
En Solchaga se fabricaba carbón
de forma continua hasta principios del siglo XX, al
igual que en Unzué, aunque allí se utilizaba
más la madera de haya. Todavía podemos
encontrar dentro del bosque algunos de los parajes llanos
de superficie circular donde se localizaban las típicas
carboneras. En otras ocasiones la extracción
de leñas se realizaba mediante podas, manteniendo
las grandes encinas, en forma de bosque adehesado, para
la obtención de bellota, muy apreciada por el
ganado y la caza. Las hojas de la carrasca también
eran útiles para dar de comer al ganado, especialmente
cabras y ovejas en las épocas en que los pastos
no soportaban las grandes cabañas ganaderas.
La corteza, con su alto contenido en taninos se utilizaba
para el curtido de pieles y como astringente natural.
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